octubre 01, 2016

Premios y estímulos para escritores



Hoy como nunca la gente necesita fingir que lee… porque lamentablemente hay profesiones donde se necesita aparentar ser lector.




“Hoy la literatura tiene pocos defensores”, dijo recientemente la poeta Ida Vitale (Montevideo, 1923). No es novedad decir que la literatura es de una minoría, y, tal vez como nunca, de una raquítica minoría. Grupos que secularmente eran lectores, y que cualquiera pensaba que con la facilidad de edición y circulación de libros, más aún con la llegada de la Internet, crecerían y se extenderían, han disminuido su fuerza e influencia para dar paso a la incultura y al desprecio a la lectura. Estos grupos se han replegado a la academia y la especialización. Y los entes de la cultura libre andan por ahí, desperdigados, a merced de la marginación y el resentimiento.

En nuestros roles de ciudadanos modernos no tenemos tiempo para leer. No nos educaron para leer ni tampoco para disponer de dos horas de soledad para pensar y leer. Ver a las nuevas generaciones pegadas al celular, siempre conectados, atentos a las redes sociales parece ser la consumación de que la imagen instantánea ya sepultó a la palabra bien escrita.

No obstante, hoy como nunca la gente necesita fingir que lee. Porque se supone que es el medio para cursar los grados de la escuela, porque hay que conseguir el título universitario, porque hay muchísimos conferencistas, porque a diario se escribe en los diarios, porque lamentablemente hay profesiones donde se necesita aparentar ser lector. “Por eso estudié libros caros”, dice el vulgo en atroz ironía. Porque aparentar que se lee es importante para la fachada, aunque esta no corresponda con el edificio. Después de todo leer no sirve de gran cosa. Es un modo de escape, una iniciación lúdica que ya pasó de moda. Con las nuevas tecnologías se tienen tantas cosas nuevas que la literatura, palabra ya extraña para la inmensa población, fue de otros tiempos.

Y sin embargo, así como la gente necesita para su currículum y prestigio aparentar que lee, los programas del gobierno no pueden dejar libre este flanco. Por eso hay apoyos, constantes convocatorias para que no se diga que los escritores no tienen apoyo oficial. Las dependencias de cultura, los funcionarios, ya porque lo sean y por la inercia de sus antecesores, ávidos por aparentar que los pueblos fluyan en armonía, constantemente hacen trabajos de saltimbanquis para apantallar a los incautos. Ya es perversa costumbre de nuestros gobiernos, y esto es en todas las áreas, en emprender programas donde lo que importa más son los beneficios publicitarios de la dependencia. Están más cerca de la demagogia, de las salidas simples que en construir algo fuerte y duradero. Algo así pasa con las dependencias de cultura que tengo para mí, lo repito, por inercia, por cálculo, por confort, siguen al pie de la letra programas que en muchas veces están diseñados para el desplante y el lucimiento. Dar a conocer la cultura de nuestro país y nuestros estados es una fiesta de apoyos, que el que no recibe algún beneficio, o es muy mala pluma o está auto-marginado.

Me voy a referir a los premios, ya de novela, de cuento o poesía; y a los estímulos para la creación. Cuando leo las convocatorias de los primeros me da tanto entusiasmo como reticencias cuando leo que el fallo será en dos o tres meses. Más aún cuando me entero que al dicho concurso llegaron 200 ó 300 manuscritos. ¿Cuántos libros puede leer al año un lector honesto? Menos de la tercera parte. Sé que hay trucos de buena fe, como el de ponerle al respetable jurado a los finalistas nada más. Tal vez por esto no tengamos una gran obra literaria premiada en algún concurso como estos.

Lo mismo me produce el leer los requisitos para los estímulos. Choco con tanto formalismo. ¿Cómo escribir las ideas e intuiciones para una obra literaria en un formulario de proyecto de tesis? Se puede, y para eso el mismo programa ofrece un curso intensivo para la elaboración de proyectos. Mil veces yo prefería salir a caminar rumbo a la puesta del sol o ponerme a cocinar porque a final de cuentas estas cosas, como las otras, son extraliterarias.

Antes de saber que de los textos que uno escribe hay que esperar por respuesta silencio y soledad como los que se necesitan para escribir, hace nueve años yo envié a un concurso mi primer manuscrito de relatos. Perdió. Y hace un año, por marzo, cuando me encontraba escribiendo otros relatos, me llegó la convocatoria del FONCA y envié mi proyecto. No pasó nada. Pero terminé mis cuentos y andan por ahí como mi primer manuscrito. Con esto quiero decir que el escritor saca su obra más allá de las becas del gobierno. No hay que amilanarse. No desprecio la auto-publicación, antes bien quienes lo hacen  reciben de mí mis mejores deseos porque se va a chocar al muro de la ignorancia y desprecio que la sociedad tiene por la literatura. ¿Cuantos buenos libros nos han llegado por iniciativa propia?, muchos mejores que los que pasan los sesudos dictaminadores de las editoriales trasnacionales.

Independientemente que la obra que surgiera de los premios o de los estímulos sea buena o demerite, me parece que dichas convocatorias y programas están tramados para el lucimiento de los funcionarios, los primeros en no tener tiempo para leer. Ellos saben que van de paso, como la vida misma. Les interesa la mención, la exhibición, la pose; el escritor va haciendo sus textos en medio del fracaso, pesadillas y penurias. Al funcionario le interesa ampliar su currículum, permanecer o escalar otro cargo. El escritor se enfoca en los libros capitales, más aquel que apenas dispone de dos horas para sus ejercicios literarios. El escritor está más cerca de la vida del artesano que de la turba y las grandes ligas.

No hay quien defienda la literatura. La poeta uruguaya se refería a: “debe estar teñida de sociología, estudios de género y otras ajenidades” (Letras Libres, 211). Pero también se refería a la insensatez política, a la incultura, al estar pegados a los celulares inteligentes. Los premios y becas no deben ser malos. Pero el escritor debe sacar su obra adelante sin detenerse en esto, sin deshacerse por conseguir el estímulo porque esto a final de cuentas constituye “otras ajenidades” de la literatura. ~