agosto 31, 2018

Recorrido por la comida de Tierra Caliente





A pesar de la carestía y del callejón sin salida en que nos encontramos, el sazón de nuestra cocina ha resistido. La comida regional recibe influencias, recibe embates pero no pierde su línea, antes al contrario, se transforma para acompañarnos con sus mejores sabores.
El pozol, diré esta palabra porque fue la primera que escuché: pozol servido en poche de barro; con las variedades que nos han llegado de otros lugares (aquí lo comíamos en rojo y de huesito y todos los días lo podíamos conseguir), lo podemos encontrar los jueves en fondas y restaurantes. El pozol blanco, verde o rojo, con sus tacos dorados, las tostadas, el aguacate, un pedazo de chicharrón y todos los aditamentos que se le pueden agregar (aquí lo comíamos con cebolla y chiles serranos rebanados, además de orégano despolvoreado y con su jugo de medio limón) es una muestra de los buenos tiempos que pasan nuestras mesas.

agosto 25, 2018

Vanitas vanitatum omnia vanitas


Obeth de la Paz. Tlalchapa 2018.



Mi buena estrella se quedó por ahí…
Triste y desperdigada en mi camino.
La última vez que la vi yacía
macilenta… Yo creí, pobre de mí,
que refulgente subiría al cielo.
Que todavía me quedaba gracia.
Desde entonces, con mirada torva,
muestro mi puño a los viandantes.
Y ellos, después de una risita, dicen:
“¡Ándale, gandul, atente a tu santo!”
Destilo savia de resentimiento.
Con mi savia curo la disipela.
Soy un hombre fuerte, de buena cara.
Vago callado, atento a las palabras…
Comienzo a platicar conmigo mismo:
El fracaso se ha adueñado de mí.
Fue derecho a mis mejores facciones.
Usurpó la brisa de mis rubores.
El mohín y mis gestos no son míos.
Yo no soy yo. ¿Quién, si no él, puede ser?
El fracaso, amigos, me ha inventado.
Al fracaso también le muestro el puño.
Me aparto de los vicios, gana el tiempo…
Bendigo en este valle de lágrimas
al hombre trabajador, brilla el afán.
El trabajo es una idea, un instante.
El trabajo es todos los hombres muertos.
Trabajo es un susurro de billetes.
El trabajo es poner la cara perro.
El trabajo es humillarse al fracaso.
La luz, la libertad se oyen afuera…
Salgo a la calle para descubrirme
más mísero y necesitado que antes.
Vanitas vanitatum omnia vanitas.
Futuro mío: pisé mala hierba.
Embaucador impulso de alegría
hace crecer diablescas esperanzas.
Y mi destino duro y despiadado
hechiza mi vida con sueños de oro.
Entonces imagino la mañana:
las nueve, hora en que llega la alegría,
espejismo feliz evanescente.
Envilecido voy por mi camino.
Callo. ¿Dónde quedó mi buena estrella?
Desperdigada por ahí, por ahí…
en briznas refulgentes de agonía.

 
Obeth de la Paz. Tlalchapa 2018.

agosto 18, 2018

Palabras que insuflan vida


Presentación del libro: "Relatos de luz y sombras" en Tlapehuala. De izquierda a derecha: Roberto Ventura, el autor José Francisco García González, Ángel Ramírez Ortuño y Josimar Galíndez Rojas.  



Hay libros que se escriben para saldar los recuerdos de la infancia, las historias oídas, las palabras que palpitan… Hay libros, el fin duradero de la literatura, que trasudan vida, y es cuando se dice que un libro es bueno. Y ¿quién no tiene algo que contar? De ahí que el vulgo suela decir: “Con mi vida yo escribiría un libro”. Sin embargo, no todos escriben. Se ha dicho que la literatura la hacemos todos, nada más que unos cuántos escriben. Y muchas veces muy a pesar de los escritores. “Todos escribimos, todos tenemos apuntes en alguna libreta…”, recuerdo haber oído decir a José Francisco García González (Tlapehuala, ¿1965?) durante la presentación de su libro: “Relatos de luz y sombras (Trinchera, 2018) hace apenas unas semanas.