diciembre 28, 2017

La mala suerte me persigue


La mala suerte me persigue. Son tres años de mala suerte y no más me la paso pensando que sean siete… Doy con un amigo que es mi amigo pero al último resulta ser un águila: hace mi deuda más triste y recalcitrante; triste para mí, recalcitrante para mi mujer. Es lo que más siento… mi mujer. Si la vieran: su carita triste y resignada, como diciendo: “¡Qué marido chambón me tocó!”. A veces me ha tocado escucharla decir: “El pobre no sabe ni manejar un carro”. Mi mala suerte me llega por ahi, por ahí y por aquí… No hallo qué hacer ¿huir? ¿Tronar? O como los hermanitos suicidas ¿reventarse? Con el atardecer mis ojos se tiñen chispeantes de tristeza. Me refleja la triste llamarada de los sueños rotos del día. He fabricado muchos gestos para resignarme a mi mala suerte pero ahorita no los recuerdo. Observo el ocaso y mi cara se va borrando en el desaliento de la nochecita. A estas horas yo de niño me alquilaba a barrer la calle. Pero ahora ni eso. Algo pasó por aquí, sí, señor, un correcaminos que torció mi destino. Unos amigos me invitan una caguama. Yo despabilo mi cara y a las primeras me niego a tomar. Mi mujer no le gusta que tome. A veces sí, hasta ella misma me surte de cervezas. Pero hoy que todo me salió mal, estoy seguro, se disgustará de verme borracho. Comienzo a sentir los remordimientos. Son alfilerazos que sacan de un tirón de la carne maciza de mis músculos. Yo me sentía incólume, pero ahora comienzo a sentir aquello de la maldición de las generaciones. Y que gente sin deberla ni temerla estemos condenados antes del nacimiento. Mis amigos me mandan otra caguama, y de paso me mandan decir que sonría, que me ponga alegre y dicharachero. Pero no puedo, me voy hundiendo en la tristeza azul de la nochecita.


noviembre 10, 2017

Explotación


Por hoy no quisiera que la poesía piense la vida,
que no haga temblar la carne,
que no reacomode al espíritu.
Hoy quisiera que la luz fuerte de la poesía hable sobre la vida de nuestros pueblos:
Que diga, por ejemplo:
“La gente de nuestros pueblos está cada día más pobre…”.
Las tropelías de Antonio López de Santa Anna, según leen los estudiantes de secundaria en los libros oficiales, los impuestos que impuso, son cosa de risa…
Leemos que Santa Anna son los cabecillas que extorsionan y distorsionan el trabajo y el flujo del dinero.
La explotación es palabra en desuso.
La explotación es palabra para la historiografía.
La explotación es cosa de los capos, es cosa de todos los años. Corre creciente todos los días.
Como en sus orígenes siniestros resurge descarnada y descabellada.
Los veneros virginales donde el dinero, producto del trabajo, rebulle, han sido violados y envenenados. No hay honor y ni respeto por la ley.
Y los pobres son los más amolados…
No es cuento, es ley económica:
al rico le quitan;
el pobre se queda sin nada.
¡Gobernadores! ¡Influyentes funcionarios!
¿No saben nada de los pueblos que gobiernan?
¿No saben cómo la explotación sublunar, la atroz recaudación va minando la paz de las familias?
¿No ven las caras más pobres de la gente en las calles y en las plazas de los mercados?
¿No saben cuánto han subido los alimentos? ¿No saben el peso que subió el agua?
El proceso natural de la economía es retorcido y vuelto a retorcer.
¡Poetas! Empiecen a escribir la historia.
¡Poetas! Escriban los nombres pusilánimes del cinismo y del disimulo.
¡Gobernadores! ¡Peces gordos que protegen a los capos!...
Está bien, señores, ustedes pueden decir:
“El engranaje de la política es tan grande y el aliento del hombre tan poco…”.
Ustedes pueden decir:
“No nos metamos en problemas”.
“No vayamos contra la corriente”.
“Encerrémonos en nuestros alcázares”.
“Desplacémonos con nuestro dinero”.
Ustedes pueden decir:
“El dinero es bonito”.
Como lo pueden decir los comandantes de la policía federal y coroneles de batallones.
Los maletines pronto estarán repletos de dinero. Pronto llegarán a sus manos.
El rumor del río de los productores y comerciantes dice:
“No hay ventas. Esto ya no sirve. Están acabando con la sociedad…”.
Es un rumor sordo que corre todo el año y golpetea en el cobro de piso.
El lema del libre comercio del neoliberalismo está muerto.
Los gobiernos ufanos del neoliberalismo deben morir.
¿Cuánta sangre se necesitará para cambiar las cosas?
¡Mucha! Menos que la que ha corrido…
¿Cuántas vidas se necesitarán para cambiar las cosas?
¡Muchas! Menos que las ánimas de los desaparecidos.




octubre 22, 2017

Por estos días quisiera ser malo


Por estos días quisiera ser malo; no de los malos, no de la maña, no malandrín, no malandro, no de la compañía, no de la gente, no de los armados, pero sí con armas: simple y sencillamente malo. No nos hagamos ilusiones. Ya no hay guerra contra el narco. Ya todos somos amigos de los malos. Todos les tememos, todos nos debemos a ellos. Ellos son los ganadores. Ellos nos sometieron. Ellos son los vencedores que sin embargo no podrán escribir la historia. Los peces gordos del gobierno se regodean, ellos querrán escribir la historia… Aprovecharon que éramos medrosos, que los intereses de la sociedad estaban fragmentados, que el neoliberalismo nos hizo egoístas recalcitrantes. Hubo palabra nueva en nuestras relaciones comerciales… ominosa palabra: “Les comprarán a nuestros encargados”. Nos imponen, nos exprimen… Ellos quieren el dinero, son buenos para eso de las ganancias. Y la libertad (“¿cuál?, ¿cuál?”, dijera el canto del gallo). La libertad no dice que es una libertad acorralada. El dinero se concentra en pocas manos. Hoy como nunca se puede decir que los ricos están contados. Y estos aplastan a los demás. Los pobres se envilecen… Ricos y pobres son buenas gentes, por ejemplo, nunca se levantarían contra la clase gobernante a pesar que esta es una minoría. Nuestra juventud rezumante ha sido envenenada por la frivolidad del statu quo, ha sido encandilada por el oropel del “género alterado” de los jefes de la mafia. Mientras tanto… El PRI prepara su fraude, su triunfo del 2018. Binomio impecable: sinceridad de los dinosaurios del PRI‒ambición de los capos. Hoy quisiera ser malo… revivir la plaza pública enardecida… revivir el juicio sumario… Y que amanezca un cielo púrpura y tranquilo. Y bajo los árboles fuertes y serenos de la plaza se mezan colgados los cuerpos de uno que otro gobernador, del presidente más rapaz de los últimos años y del cacique priista de mi pueblo que manda desde hace veinte años, muertos de la noche a la mañana… como, otrora, ricos de la noche a la mañana…


septiembre 16, 2017

Oración de la mala suerte


Quiso mi mala suerte estar podrido en deudas.
Quiso mi mala suerte la enfermedad de mi abuela.
Quiso mi mala suerte traer los puños de mi camisa sucios, el cuello de la misma roto y mis zapatos llenos de agujeros.
Quiso mi mala suerte un perpetuo, doloroso resignarse.
Quiso mi mala suerte la inercia de mi caída imparable.
Quiso mi mala suerte un viso de sabiduría y siete años de desventura.
Quiso mi mala suerte que mi suerte fuese un mal golpe.
Quiso mi mala suerte no dar una en mis asuntos.
Quiso mi mala suerte… mi trabajo no luce… mi dinero no rinde…
Quiso mi mala suerte no tener ensalmo ni limpia, Simón, mi curandero y rifero, hace dos años que murió.


agosto 19, 2017

Porfirio

“…le dieron tres puñaladas
de la espalda al corazón
como su madre le dijo
cuídate de una traición…”.
Corrido de Lucio de Vázquez

Su santoral trajo “Remedios” pero le pusieron Porfirio, muy probablemente por su tío abuelo Porfirio Alonso, andariego y mercante de puercos. Fue el quinto de una familia de once hijos. Una familia de campesinos pobres; pero que contaba con el trabajo incesante de la abuela paterna: Victoria Alonso, que vendía camotes horneados y otros productos en la plaza del mercado. Cuando esta murió, Porfirio tenía cinco años. La casa de sus padres quedaría en el letargo de una larga y lenta pobreza.

marzo 31, 2017

El último nieto de Viridiana Núñez


A Juan Pablo Guerrero, que platica con un profesionista cubano empobrecido


Vida cotidiana de Ciudad Altamirano a mediados del siglo xx

Cuando yo conocí a Viridiana Núñez ella era una anciana de ochenta años.  Me acuerdo bien. Su casa era como la de los pobres de ese tiempo: de cercados de carrizo, una casa chiquita pero siempre con espacio para meter a los niños que sus nietas y bisnietas le llevaban. “Luego vuelvo por el guache, ‘ma Viridiana”, le decían, pero nunca volvían. Así es que el corazón de Viridiana tenía que ver cómo agenciarles un taco a aquellos niños que todos los días eran un remolino.
Por ese tiempo vivía un hombre que se llamaba Cándido Zúñiga, quien en parte de su tierra sembraba caña dulce; él le tenía buen aprecio a la vieja Viridiana y él mismo le decía, cuando era la temporada, que fuera a cortar las cañas que quisiera. Ella no se hacía del rogar e iba con los chamacos que podían cargar algún manojo. Las cañas las partían y aquellos niños se distribuían a venderlas en todo el pueblo. Era cuando empezamos a convertirnos en población grande.

febrero 01, 2017

A una prostituta


¡Oh, prostituta suave y rubicunda!
Dime cuánto cuesta la vida.
No regatees tus palabras.
Deja estregar tu piel sobre mi piel.
Tu piel olorosa:
no a perfume barato,
no a sudores trasnochados;
sino a jabón humilde y primoroso.