Diablescas esperanzas: de nuevo caí en sus
falsos emisarios y en sus dulces embelesos. De nuevo caí de mi ensueño. Pero
sigo el camino que mi inteligencia me dicta. Me sabré levantar de este suelo
sombrío. No hay nada. No hay nada… No hay para el café, ya no digamos para una
habitación propia. Tengo el consuelo de decir, de decir algo que se oye como un
tintineo de dinero… El dinero que a ojos vistas hace olvidar todos los pesares.
Por ratos, como ha de ser. Mis ojos se ponen rasantes de lágrimas. Afuera está
el sol radiante, cae sobre las hojas de los árboles y las llena de esa luz
diamantina, de entrada al paraíso. Después que se enjuten mis lágrimas, esa luz
alegrará mi espíritu aturdido. La pluma negra que cayó en mis manos no pudo
cambiar su destino de malos augurios. El colibrí que cantó por el lado de mi
corazón no fue más que un canto solidario para el hermano que está en un
callejón sin salida. Sin embargo, mis fuerzas y las visitas de las musas, que
llegan como esa luz apacible de las nueve de la mañana, me dan consuelo en la
construcción de un universo, alegre y temeroso; palpitante y desgarrado;
jubiloso y moribundo, que pide salir. ¡Dios cuide mis horas de buen lector!
octubre 26, 2022
Diablescas esperanzas
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