octubre 26, 2022

Diablescas esperanzas

Diablescas esperanzas: de nuevo caí en sus falsos emisarios y en sus dulces embelesos. De nuevo caí de mi ensueño. Pero sigo el camino que mi inteligencia me dicta. Me sabré levantar de este suelo sombrío. No hay nada. No hay nada… No hay para el café, ya no digamos para una habitación propia. Tengo el consuelo de decir, de decir algo que se oye como un tintineo de dinero… El dinero que a ojos vistas hace olvidar todos los pesares. Por ratos, como ha de ser. Mis ojos se ponen rasantes de lágrimas. Afuera está el sol radiante, cae sobre las hojas de los árboles y las llena de esa luz diamantina, de entrada al paraíso. Después que se enjuten mis lágrimas, esa luz alegrará mi espíritu aturdido. La pluma negra que cayó en mis manos no pudo cambiar su destino de malos augurios. El colibrí que cantó por el lado de mi corazón no fue más que un canto solidario para el hermano que está en un callejón sin salida. Sin embargo, mis fuerzas y las visitas de las musas, que llegan como esa luz apacible de las nueve de la mañana, me dan consuelo en la construcción de un universo, alegre y temeroso; palpitante y desgarrado; jubiloso y moribundo, que pide salir. ¡Dios cuide mis horas de buen lector!