marzo 31, 2017

El último nieto de Viridiana Núñez


A Juan Pablo Guerrero, que platica con un profesionista cubano empobrecido


Vida cotidiana de Ciudad Altamirano a mediados del siglo xx

Cuando yo conocí a Viridiana Núñez ella era una anciana de ochenta años.  Me acuerdo bien. Su casa era como la de los pobres de ese tiempo: de cercados de carrizo, una casa chiquita pero siempre con espacio para meter a los niños que sus nietas y bisnietas le llevaban. “Luego vuelvo por el guache, ‘ma Viridiana”, le decían, pero nunca volvían. Así es que el corazón de Viridiana tenía que ver cómo agenciarles un taco a aquellos niños que todos los días eran un remolino.
Por ese tiempo vivía un hombre que se llamaba Cándido Zúñiga, quien en parte de su tierra sembraba caña dulce; él le tenía buen aprecio a la vieja Viridiana y él mismo le decía, cuando era la temporada, que fuera a cortar las cañas que quisiera. Ella no se hacía del rogar e iba con los chamacos que podían cargar algún manojo. Las cañas las partían y aquellos niños se distribuían a venderlas en todo el pueblo. Era cuando empezamos a convertirnos en población grande.