agosto 28, 2015

Pobreza


¡Cómo me gustaría ver en esta noche triste
la llamarada al pie del chirimo!
(el chirimo está al costado del patio:
esta noche no veo su tronco y ni oigo su follaje),
que varios de mis antepasados vieron.
¡Oh hombres rústicos! ¡Oh noches inocentes!
Yo esperaría la soledad del mediodía
y desenterraría aquel tesoro.

¡Cómo me gustaría que durmiendo en el campo,
cuidando mi huerta de los bandidos,
recordar de repente y ver a mi costado una familiar!
(saben ustedes: una serpiente del tamaño del brazo, cansada de soledad,
que para quien la recoge con su camisa y la lleva a su casa,
caga monedas de oro).
Yo la alimentaría de mi mano y de mi plato.

¡Cómo me gustaría que esta noche fuera de luna clara
para ver si veo una gallina con pollitos de oro!
(como algunos hombres de mi pueblo que el día de San Juan
se han metido en el arco esplendoroso de una feria encantada
y, trastocado el tiempo, han salido relucientes de oro).
Yo agarraría la gallina y los pollitos, sin dejar regado ninguno.

Pero nada pasará.
Nada veré, nada encontraré.
Nada más pasa, muda y ciega, esta noche pobre. ~

agosto 19, 2015

Última morada


Me levanté con la fuerza de mi último aliento.
Me sentí libre, pero con los pasos contados.
Caminé a fuerza de alma sin hacer caso de mi cuerpo enfermo y corrompido.
Mi casa estaba a unas cuadras.
Caminé a buen paso, a paso terrenal.
Luego comenzó la confusión.
Por poco y me chocan,
tropecé con algunas personas,
y mis pasos se volvieron pesados.
Comenzó a correr un viento contra mí.
Pero el aliento no me abandonó.
Avancé con pasos en falso y zancadas desesperadas.
Vislumbré mi casa.
El viento se volvió más violento
y no pude más: me dejé llevar.
No me derrumbó, me alzó por los aires,
y me empujó hacia mi raya pintada.
Vi la calle y las casas de mi barrio como estaban cuando nací:
más tristes y pobres de como estaban en mis primeros recuerdos.
Afuera de mi casa vi a un hombre y a una mujer jóvenes, con el torso desnudo.
El hombre se esfumó, la mujer permaneció.
De espaldas amamantaba a un niño recién.
Era mi madre.
Y aquel viento me arrojó a mi primera y última morada. ~

¿Qué será de mí?


Los días presienten un temblor de tierra.
Los huesos se comprimen.
Los sueños son de despojos y derrumbes.
El cuerpo se agrieta, se quebranta…
¿Qué será de mí?
El tiempo no pára su máquina.
¡Ay de mí! La vida sigue.
Sigue la zozobra: mis huesos sienten miedo.
El miedo es blanco.
El miedo es de color de los huesos a punto de estrellarse.
¡Ay de mí! La máquina del tiempo no pára.
¿Qué será de mí? ~