Del cerro viene una especie de rugido. Los cerros tienen sus ruidos. Es el aire de la tarde que sale como bocanada de sus cuevas y grietas. “Va a llover” ‒alguien dice‒ pero el cielo se ve despejado…
De camino a Santo Domingo,
apenas despegando de la carretera, poco después del panteón de Coyuca, vi una
de las vistas más bonitas de este año: el verdor del paisaje, los bosques y los
maizales en sus distintos y mejores tonos, la lejanía verde, llena de esperanza
de las montañas y la claridad del aire cuya intensidad anunciaba una buena
tarde de viaje. El cielo alto y azul, y, desperdigada, una revolución de nubes
blanquísimas, ¡qué he dicho!, del color de la hora en que bajan los ángeles.