julio 11, 2016

Estampa de José Vásquez


Recuerdo a José Vásquez a principios de los sesenta, anciano, una cascarita; encorvado y de bastón. Recuerdo que se metía a los billares “Bachis”. Quién sabe qué tomaba y cuánto, pero salía tambaleante, echando gritos e improperios, tanteando a bastonazos los espacios por donde avanzaba. No faltaba alguna mujer que conmovida de verlo en tamaño trance, le dijera:
−Mire, don José, ¡cómo viene! Ya no tome…
A lo que contestaba, aferrado al bordón y con voz irascible:
−A mí quien me da un consejo me lo cojo.
−Ay, don José –las mujeres se pasaban las palmas de las manos sobre el rostro y se marchaban entre apenadas y escandalizadas−, yo lo decía por nomás.