El desaliento entra por los
músculos de mis brazos.
Es un aire frío que vi una
tarde de domingo y que siempre me ha perseguido.
Y ahora, luciente, entra como
aguja en lienzo de costura;
Y adentro, se expande en un
juego de perlas borboteante.
El desaliento crece en los
músculos de mis brazos.
Acecha, como antes su aire mi
cuerpo, la carne fuerte de mis otros músculos.
Para entrar, aguarda un
intersticio de mi destino.
Un día por fin me invadirá y me
abatirá.
Así también como después
saldrá, ya indiferente de mi cuerpo,
en un rompimiento corruptor de
mi piel,
en un rejuego de perlas y
burbujas pestilentes. ~