Chuperio 2015 |
Las
construcciones en las faldas del cerro Chuperio no son novedad. Han
incrementado con el crecimiento de la población durante los últimos cuarenta y
cinco años. Algo ha defendido al cerro: su constitución arcillosa; de lo
contrario ya fuera una mancha urbana. Sin embargo los afanes y la ambición por
sacarle un tajo de dinero no cesan. Más allá de que es un símbolo para ciudad
Altamirano, cosa que no debe dejarse de mencionar (los pobladores aborígenes
ahí tenían sus asentamientos), constituye un monumento natural que debe
preservarse hoy más que nunca que los trastornos en la naturaleza son notorios
y tal vez ya irreversibles causados en el último siglo de progreso acelerado. Pero
resulta que el cerro tiene dueños (¿a quién pertenecería antes del reparto
ejidal?: tal vez a algún hacendado que lo usurpó a la propiedad comunal), y
tratándose de cosa donde se le puede sacar dinero, es asunto delicadísimo entre
hombres.
Pero
ahí debe intervenir el gobierno. Un gobernante eximio. Este escritorzuelo se
pone a pensar para encontrar alguno y no encuentra nada:
Ya
los candados están cerrados
por
no saber el hombre vivir…
Así
dicen dos primeros versos de una canción que Juan Rulfo hace cantar a La
Caponera… y, entonces, acabemos con el Chuperio.
La
vida, las obras de los hombres, el mismo mundo parece que marchan hacia la nada
de manera irremediable. Así se han perdido muchos tesoros naturales. Por la
ignorancia, por la indiferencia de la sociedad, por el egoísmo. Muchas cosas
que se debieron preservar hoy simplemente son recordadas con tristeza cuando no
se han olvidado por completo. Hubo en nuestro pueblo, por donde ahora es la
colonia Progreso, cerca de la margen izquierda del río Cutzamala, una loma que
la gente llamaba de Los Monos. Así le llamaban porque nada más se escarbaba
poquito y luego se encontraban figurillas “ídolos” de barro auténticas de los
pobladores indígenas de esta tierra. Lo que daba a pensar que ahí había sido una
Yácata, un lugar religioso de los aborígenes. Una de las personas que
coleccionaba estas figurillas era Salvador Santamaría, hombre poderoso y
político influyente durante buena parte de la segunda mitad del siglo xx en la
región de Tierra Caliente. (Ojalá que al descendiente que le quedó esta
colección, si aún existe, la conserve y algún día la ponga a los ojos de
personas interesadas por estudiar la vida de los antiguos pobladores). Gente
pobre, muchachillos aventureros, borrachitos, se ponían en traza a escarbar en
la loma y, teniendo alguna pieza, se la llevaban a don Salvador, quien se las
compraba. De don Salvador Santamaría dejemos que el grande Emiliano Hernández
nos cuente algo de él:
Fue
don Salvador señor de señores
dentro
del gobierno y con categoría;
como
a generales y gobernadores
en
Altamirano él los recibía…
Uno
de los generales que recibía era a Lázaro Cárdenas del Río durante la década de
los sesenta cuando este fungía como Vocal Ejecutivo de la Comisión del río
Balsas. ¿Algún día don Salvador mostró su colección de figurillas al General
Cárdenas? Lo más seguro es que sí porque se cuenta que la tenía a la vista de
sus visitantes. ¿Por qué, don Salvador, varias veces presidente municipal,
cacique además, nunca pensó en preservar La Loma de los Monos del crecimiento
de la población a sabiendas que ahí lo más seguro era que se encontrara una
Yácata? ¿Lázaro Cárdenas no tuvo el chispazo para vislumbrar lo importante que
eran aquellos hallazgos y no pudo sugerir, ¡con tan solo sugerir!, para que la
zona se preservara para estudios arqueológicos? Cuando Stella Inda se lanzó a
realizar la película El rebozo de Soledad
(1952), basada en la novela del mismo nombre de Xavier López Ferrer, recurrió
al general Lázaro Cárdenas, pero este no la pudo ayudar. Pero cuando la
película se exhibió, el General, que tanto gustaba de la música y el colorido
de nuestra región, la buscó para felicitarla. (Viliulfo Gaspar Avellaneda, Un sanluquense ilustre, pág. 52) Pero La
Loma de los Monos no corrió ninguna buena suerte. Terminó sepultada por una triste
mancha urbana. Tan solo por mencionar a dos, ni Salvador Santamaría, ni Lázaro
Cardenas del Río, pudieron vislumbrar algo de suma importancia y dejarnos un
legado para la historia de nuestra ciudad.
Volvamos
al cerro Chuperio. ¿Qué se necesita para que vuelva a ser una propiedad comunal
y que sea declarada un área de reserva ecológica?: el político, el gobernante eximio
que ponga el expediente ante un funcionario de peso. El presidente Ambrosio
Soto Duarte, la diputada federal Silvia Rivera Carbajal, el influyente
Cuauhtémoc Salgado Romero, solo por mencionar algunos; ¿saben del problema? Por
supuesto que sí, ellos bien pueden llegar siquiera con un subsecretario de la Secretaría
del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT). Pero temo que la
preservación del cerro Chuperio está muy lejos de los intereses de estos
personajes. Como si a la clase gobernante no le bastara con el descrédito y la poca
credibilidad, los funcionarios, con sus chubascos de palabrería, se presentan
como seres descastados, sin patria y sin arraigo, más preocupados por sus
bienes y sus cuentas bancarias…
Ya
los candados están cerrados
por
no saber el hombre vivir…
Y,
entonces, destruyamos el Chuperio.
¿Quién
puede contener al hombre en sus desmanes? Este escritorzuelo, en vez de ponerse
a escribir una carta a algún subsecretario de la SEMARNAT, se pone a pensar que
solo el accidente, el infortunio, la desgracia puede contener al hombre. No
tenemos remedio. Solo la muerte puede reconciliarnos con la madre naturaleza. ~
Atento lector: si leíste este artículo, tal vez te guste este cuento que escribí hace poco y cuyos personajes tienen que ver con el Chuperio.