diciembre 28, 2015

Acabemos con el Chuperio de una vez por todas


Chuperio 2015



Las construcciones en las faldas del cerro Chuperio no son novedad. Han incrementado con el crecimiento de la población durante los últimos cuarenta y cinco años. Algo ha defendido al cerro: su constitución arcillosa; de lo contrario ya fuera una mancha urbana. Sin embargo los afanes y la ambición por sacarle un tajo de dinero no cesan. Más allá de que es un símbolo para ciudad Altamirano, cosa que no debe dejarse de mencionar (los pobladores aborígenes ahí tenían sus asentamientos), constituye un monumento natural que debe preservarse hoy más que nunca que los trastornos en la naturaleza son notorios y tal vez ya irreversibles causados en el último siglo de progreso acelerado. Pero resulta que el cerro tiene dueños (¿a quién pertenecería antes del reparto ejidal?: tal vez a algún hacendado que lo usurpó a la propiedad comunal), y tratándose de cosa donde se le puede sacar dinero, es asunto delicadísimo entre hombres.
Pero ahí debe intervenir el gobierno. Un gobernante eximio. Este escritorzuelo se pone a pensar para encontrar alguno y no encuentra nada:

Ya los candados están cerrados
por no saber el hombre vivir…

Así dicen dos primeros versos de una canción que Juan Rulfo hace cantar a La Caponera… y, entonces, acabemos con el Chuperio.
La vida, las obras de los hombres, el mismo mundo parece que marchan hacia la nada de manera irremediable. Así se han perdido muchos tesoros naturales. Por la ignorancia, por la indiferencia de la sociedad, por el egoísmo. Muchas cosas que se debieron preservar hoy simplemente son recordadas con tristeza cuando no se han olvidado por completo. Hubo en nuestro pueblo, por donde ahora es la colonia Progreso, cerca de la margen izquierda del río Cutzamala, una loma que la gente llamaba de Los Monos. Así le llamaban porque nada más se escarbaba poquito y luego se encontraban figurillas “ídolos” de barro auténticas de los pobladores indígenas de esta tierra. Lo que daba a pensar que ahí había sido una Yácata, un lugar religioso de los aborígenes. Una de las personas que coleccionaba estas figurillas era Salvador Santamaría, hombre poderoso y político influyente durante buena parte de la segunda mitad del siglo xx en la región de Tierra Caliente. (Ojalá que al descendiente que le quedó esta colección, si aún existe, la conserve y algún día la ponga a los ojos de personas interesadas por estudiar la vida de los antiguos pobladores). Gente pobre, muchachillos aventureros, borrachitos, se ponían en traza a escarbar en la loma y, teniendo alguna pieza, se la llevaban a don Salvador, quien se las compraba. De don Salvador Santamaría dejemos que el grande Emiliano Hernández nos cuente algo de él:

Fue don Salvador señor de señores
dentro del gobierno y con categoría;
como a generales y gobernadores
en Altamirano él los recibía…

Uno de los generales que recibía era a Lázaro Cárdenas del Río durante la década de los sesenta cuando este fungía como Vocal Ejecutivo de la Comisión del río Balsas. ¿Algún día don Salvador mostró su colección de figurillas al General Cárdenas? Lo más seguro es que sí porque se cuenta que la tenía a la vista de sus visitantes. ¿Por qué, don Salvador, varias veces presidente municipal, cacique además, nunca pensó en preservar La Loma de los Monos del crecimiento de la población a sabiendas que ahí lo más seguro era que se encontrara una Yácata? ¿Lázaro Cárdenas no tuvo el chispazo para vislumbrar lo importante que eran aquellos hallazgos y no pudo sugerir, ¡con tan solo sugerir!, para que la zona se preservara para estudios arqueológicos? Cuando Stella Inda se lanzó a realizar la película El rebozo de Soledad (1952), basada en la novela del mismo nombre de Xavier López Ferrer, recurrió al general Lázaro Cárdenas, pero este no la pudo ayudar. Pero cuando la película se exhibió, el General, que tanto gustaba de la música y el colorido de nuestra región, la buscó para felicitarla. (Viliulfo Gaspar Avellaneda, Un sanluquense ilustre, pág. 52) Pero La Loma de los Monos no corrió ninguna buena suerte. Terminó sepultada por una triste mancha urbana. Tan solo por mencionar a dos, ni Salvador Santamaría, ni Lázaro Cardenas del Río, pudieron vislumbrar algo de suma importancia y dejarnos un legado para la historia de nuestra ciudad.
Volvamos al cerro Chuperio. ¿Qué se necesita para que vuelva a ser una propiedad comunal y que sea declarada un área de reserva ecológica?: el político, el gobernante eximio que ponga el expediente ante un funcionario de peso. El presidente Ambrosio Soto Duarte, la diputada federal Silvia Rivera Carbajal, el influyente Cuauhtémoc Salgado Romero, solo por mencionar algunos; ¿saben del problema? Por supuesto que sí, ellos bien pueden llegar siquiera con un subsecretario de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT). Pero temo que la preservación del cerro Chuperio está muy lejos de los intereses de estos personajes. Como si a la clase gobernante no le bastara con el descrédito y la poca credibilidad, los funcionarios, con sus chubascos de palabrería, se presentan como seres descastados, sin patria y sin arraigo, más preocupados por sus bienes y sus cuentas bancarias…

Ya los candados están cerrados
por no saber el hombre vivir…

Y, entonces, destruyamos el Chuperio.
¿Quién puede contener al hombre en sus desmanes? Este escritorzuelo, en vez de ponerse a escribir una carta a algún subsecretario de la SEMARNAT, se pone a pensar que solo el accidente, el infortunio, la desgracia puede contener al hombre. No tenemos remedio. Solo la muerte puede reconciliarnos con la madre naturaleza. ~


Atento lector: si leíste este artículo, tal vez te guste este cuento que escribí hace poco y cuyos personajes tienen que ver con el Chuperio.