agosto 19, 2015

Última morada


Me levanté con la fuerza de mi último aliento.
Me sentí libre, pero con los pasos contados.
Caminé a fuerza de alma sin hacer caso de mi cuerpo enfermo y corrompido.
Mi casa estaba a unas cuadras.
Caminé a buen paso, a paso terrenal.
Luego comenzó la confusión.
Por poco y me chocan,
tropecé con algunas personas,
y mis pasos se volvieron pesados.
Comenzó a correr un viento contra mí.
Pero el aliento no me abandonó.
Avancé con pasos en falso y zancadas desesperadas.
Vislumbré mi casa.
El viento se volvió más violento
y no pude más: me dejé llevar.
No me derrumbó, me alzó por los aires,
y me empujó hacia mi raya pintada.
Vi la calle y las casas de mi barrio como estaban cuando nací:
más tristes y pobres de como estaban en mis primeros recuerdos.
Afuera de mi casa vi a un hombre y a una mujer jóvenes, con el torso desnudo.
El hombre se esfumó, la mujer permaneció.
De espaldas amamantaba a un niño recién.
Era mi madre.
Y aquel viento me arrojó a mi primera y última morada. ~