febrero 01, 2017

A una prostituta


¡Oh, prostituta suave y rubicunda!
Dime cuánto cuesta la vida.
No regatees tus palabras.
Deja estregar tu piel sobre mi piel.
Tu piel olorosa:
no a perfume barato,
no a sudores trasnochados;
sino a jabón humilde y primoroso.

¡Oh, prostituta virginal de la mañana!
Fría ante mi cuerpo tembloroso.
Escucha: vengo de aquel país,
de donde tú viniste un día,
donde el tráfago y el ruido
y la seriedad de la vida
golpearon, desvirgaron tu corazón.
Y la desidia o la voluptuosidad
te trajeron a este cuarto
que en los corcovos de la copulación
colmas de fragancia obscena.
Yo vine aquí por ráfagas crecientes
de ansiedad que me martillan.
Tu piel bañada me recuerda
a la pulcritud de un hogar amoroso
ya perdido para siempre.

¡Oh, prostituta, quién pudiera escribir tu tristeza!
Tu desnudez rutinaria se despliega.
Nada en rededor parece digno de tu piel.
La virtud y el cielo están desconchabados
en las paredes desportillas del cuarto
y en la madera astillada de la cama.
Nada parece ser para ti.
Las sábanas de colores indefinidos,
cosidas de retazos de tela sobrante
de las pasiones de los peores días.
Todo contrasta con tu piel,
tu piel que brilla al color de la miel sin destilar.

¡Oh, prostituta, amiga mía!
Beso las correas de tu calzado.
Descorro la cortina ligera de tu vestido
y tu intimidad se resiste:
El brasier, por favor…
‒¡Cien pesos más!…
La suela de tu calzado aún te preserva
del suelo manchado de vicio
y salpicado de agrios amores insatisfechos.
¡Oh, prostituta graciosa y reticente!
Grácil como una chiva despavorida.
Tienes los ojos del animal
que ventea su propio sacrificio.
¡Oh, prostituta, amiga mía!
Soy yo el menesteroso, el infeliz
que, apenas saliendo de este lugar,
se perderá en las orillas de la noche.
Sin ropa eres chiquita e indefensa,
como una gallina desvalida;
sin embargo eres más que yo…
Yo necesito de ti:
recorrer tu piel con mis últimos torbellinos de salacidad.
Tu piel no es rasposa ni está maltratada.
Tu piel es aurora de mi día aciago.

¡Oh, prostituta cara de chiva desbanda!
Comprensiva con mis balbuceos
Silenciosa de mi locura
Indiferente de mis adulaciones.
Prefieres hablar de otras cosas.
Por ejemplo:
de esa verruga caída en tu vientre.
yo te digo: es costura de cesárea,
de ese hijo que anda por ahí…
criado por una abuela que de repente
se pone pensativa, temerosa por el futuro del niño…
De ese hijo que es un dolor que no se acaba…
Tranquila, dices que es de la vesícula.
Yo te digo: eres muy chica de edad para tamañas cosas.

¡Oh, prostituta hermosa!
Será tarde para mí,
pero un día se sabrá tu vida.
Cuando se escriba la historia de las familias.
Entonces se sabrá tu nombre.
Ni Karla, ni Alexa, ni Katy…
Simplemente la muchacha más bonita de la calle.
Se sabrán las primeras palabras que pronunciaste.
El hombre es sus palabras.
Los huesos del hombre son sus palabras.
Tu cuerpo y tu alma pasarán ante los ojos del mundo
ya sin cargar tristezas
ya sin sentir los alfilerazos de la ignominia,
y se verán los intrincados hilos
y los caminos de rosas maltrechas y pisoteadas
que te trajeron a este lupanar.