febrero 21, 2015

Estampa de Ñel Pérez

De niño conoció a Daniel Pérez. Ya estaba viejo y era tembloroso, vestía manta siempre impecable y con su paliacate amarrado al cuello. Era colorado y de ojos de color. Recuerda que aparecía en las calles con un canasto sobre la cabeza vendiendo pan que él mismo hacía. Era llevado con la gente y se tomaba muy en serio la llevada. Iba por el camino muy abusado por si alguien le decía algo. De pasada, de varias cuadras de distancia, alguien le gritaba: “Ñel, fresco!”. Se paraba, dejaba de despachar si era el caso y contestaba también a voz en cuello: “Hijo de tu puta madre, ve y dile a tu madre que se bañe porque horita voy a ir a cogerla”. Así era por todo el camino, despachaba más mentadas de madre que pan. Él lo admiraba, ahora recuerda, casi era su ídolo. ̴