noviembre 02, 2014

Rogaciano Dávalos



A Charácuaro yo vengo
a contarles un corrido;
no en balde los entretengo,
a un señor va dirigido:
don Rogaciano es su nombre
y Dávalos su apellido.

El nació en cuna muy pobre,
huérfano de niño quedó;
de arriba Dios la vida obre,
aunque puro y tiesas comió.
“Quiero que un día me sobre”,
dijo, y del pueblo se marchó.

Llegaba el mediodía
y no tenía qué comer.
Era cuando se decía:
“que se acabe el mundo en pan,
para siquiera ese día,
morir lleno morir en paz”.

En México algún trabajo,
en el Norte de bracero,
sin olvidar el atajo
porque volvía certero.
Su mujer, también sus hijos
lo esperaban con esmero.

Un día tal vez cansado
no volvió al extranjero;
se puso a criar su ganado
y a cultivar su potrero.
Y sus hijos, por su lado,
hallaron propio sendero.

Vive tranquilo el ranchero.
Cuando visita Huetamo,
luce su fino sombrero;
aunque una vaca parida,
según costó, yo refiero
que fue buen regalo en vida.

Gusta tomar pero poco
con sus amigos tranquilo.
No tiene miedo tampoco,
la vida pende de un hilo.
Habladores valen poco,
es una verdad de a kilo.

No habla ni se la aperfuma,
de estos versos gusta aprender:
“¡El cuervo con tanta pluma!,
y no se pudo mantener;
el escribano con una
sí mantuvo novia y mujer.

Deporte de mucha gente
fue la pelota tarasca
en toda Tierra Caliente;
en patios de charamasca
fue tirador muy potente
difícil que otro nazca.

Hace un año la creciente
que toda su casa inundó.
Su hijo estuvo al pendiente
y a sus padres nada faltó.
Hoy Rogaciano presente,
platica lo que sucedió:

“Septiembre del año trece,
el río todo se llevó.
Este río crece y crece,
hasta que las casas cubrió.
Por poco desaparece
este pedacito de Dios”.

Vuela paloma del prado,
vuela vuela por el llano;
si ves un perro a su lado,
se trata de Rogaciano,
es que lleva su ganado,
es un ranchero calentano. ̴


octubre 26 2014