De una escuela preparatoria se espera la educación formal, la enseñanza inspirada en la tradición de los clásicos (¿qué puede enseñar un maestro universitario?: lo mismo que un profesor de primaria: a leer). Y también conocimientos técnicos y prácticos. Eso se espera de la preparatoria # 8 de ciudad Altamirano, y no tendría ningún motivo para dudarlo (para eso está el personal y las instalaciones, que según el mito de las burocracias universitarias nunca serán suficientes: siempre habrá una aula que construir, muros que levantar), pero cada año que sé del “desfile chusco” me hace pensar en un adocenamiento de los profesores, una indiferencia que solapa la exhibición de los alumnos en algo que no tiene sentido porque tiene poco que ver con la educación. Un desfile que lanza a los alumnos a un despapaye ramplón, innecesario en una sociedad actual que vive un lebertarismo mal entendido, un libertarismo que se regodea en la falta de curiosidad por el saber y que jala hacia el vacío.
Para
coronar una supuesta “semana cultural” se hace desfilar a todos los grupos de
la preparatoria por las calles de la ciudad con disfraces y representaciones
chuscas. Si los profesores parten del sentido antropológico de la cultura, que
sostiene que esta lo es todo, caen en la vaguedad. Si parten del significado
humanístico, que dice que la cultura son las bellas artes, los profesores andan
en el limbo.
Desfilaron
¿23? ¿25? grupos con la gastada idea de motivarles la imaginación y la
creatividad y porque ya es una tradición de dicha institución. La creatividad
languidece en el desparpajo y los berridos que los jóvenes van dando por las
calles. Solo basta saber el nombre de los grupos ganadores: “Las galletas
comelonas”, “Minios” y “La iguana loca”. Otros títulos: “Seximbol y sus nacas”,
“El desver”, “Los picapiedras”, “Espantapájaros”, “Gato ensombrerado”. La
estridencia del desfile deja la idea, por lo menos en este evento, del poco
compromiso espiritual y cívico de los maestros, que con su inercia empujan a
los muchachos a echar mano de la frivolidad para pasar como bufones ante la
gente curiosa que se amontona en las calles. Lejos quedó la mística de los
profesores que quisieron elevar al populacho, y no bajarse a su nivel
envilecido por la injusticia social.
La
creatividad se pierde en la fragua de un desfile sin sentido. Y las tradiciones
suelen ser buenas pero también decadentes. “El desfile chusco”, con todo y los
profesores que se empeñan en mostrar “la imaginación de los alumnos”, y el
dispendio de los contingentes, es una práctica decadente.
No
dudo que los primeros años haya sido un golpe saludable de creatividad y una
apoteosis de la libertad juvenil para protestar en contra de formas sociales
que los ataviaban y tal vez contra prejuicios rancios. Quiero imaginar que el
desfile en su primer año fue idea de los mismos estudiantes que jubilosos
salieron a las calles de modo sorpresivo y espontáneo, o tal vez de un profesor
audaz e inquieto que no se conforma con el adormecimiento en un sillón mullido de académico. Pero aquello poco tendría que ver con la imposición que los
profesores y directores imponen verticalmente actualmente. Lo original ahora
sería que un grupo de alumnos rompa con un desfile oneroso y sinsentido, o
también, que un profesor audaz lo haga, con el riesgo de que se le excluya y sea malmirado.
¿Llegará un director
que festeje la fundación de la preparatoria con una semana cultural que
canalice el ímpetu juvenil en actividades propias del saber de inspiración
clásica? Es difícil. Dice Gabriel Zaid que algo tienen las burocracias que
desanima la creatividad. El desfile tiene su color, se luce por las calles, se
ganan notas en los diarios locales, hay más chance para las poses de las
fotografías. La semana cultural tiene su acto de inauguración y clausura,
visitas de rectores y presidentes municipales, mesas de honor para hacerse
escuchar, hay más chance para las poses de las fotografías.
Lo
que queda del desfile es acaso el gasto que hacen los padres de familia en los
disfraces de sus hijos. Gasto que se suma a la recreación-construcción física
de chozas que se acostumbraban antes de la llegada de la modernidad y del progreso:
jacales de paja de ajonjolí. Los estudiantes no tienen otra que sobrellevar más o
menos el humor y las ideas de los maestros, y los padres de familia tienen que
desembolsar... (mil pesos costó levantar cada choza, El Debate, 25-11-14). Cantidad que me parece queda corta, porque
además de acarrear los materiales de la choza hubo trajes típicos de manta, se
improvisaron fogones, hubo comida y aguas frescas, música de banda… Hacer una
lectura sobre los usos y costumbres de nuestra región durante una hora, y
después una discusión de media hora, dejaría un buen aprendizaje. Habría que
admirar de esas chozas la vida sencilla y sin dispendio. Habrían de pensar los
universitarios que se puede aprender, vivir sin carretadas de presupuesto.
Pero
esos gastos es poco a comparación de lo que deja de producir la preparatoria
durante una semana. Una pérdida que crece exponencialmente nada más al pensar en
las instalaciones, el personal, el tiempo que es desaprovechado para revelarles
a los alumnos que no hay de otra que leer.
Durante
la semana cultural hubo además eventos deportivos, carrera de burros, palo
encebado y cuche encebado, y por ahí, para que no sonora a estafa “la semana
cultural”, también hubo concurso de música y oratoria.
¿Quién
será el director que en vez de un oneroso “desfile chusco” concluya con un
concurso de lectura grupal de un libro completo, y que después de una pequeña
discusión presentasen el resumen por escrito de dicho libro? Es un evento que
no luciría, pero no acarrearía mayor gasto, sería un evento que no aparecería
en las páginas de los diarios, pero sería un evento digno de los ideales de la
universidad. ̴
Nota: Ya en el siglo
XIX, Carlyle (1795-1881) escribía: “La verdadera universidad hoy es una
colección de libros”. Lo más que puede hacer un maestro universitario por nosotros es lo
mismo que un maestro de primaria: enseñarnos a leer (Los héroes, V). Citado por Gabriel Zaid, Futuro de la universidad. Reforma, 28-09-14.