Por
estos días quisiera ser malo; no de los
malos, no de la maña, no
malandrín, no malandro, no de la compañía,
no de la gente, no de los armados,
pero sí con armas: simple y sencillamente malo. No nos hagamos ilusiones. Ya no
hay guerra contra el narco. Ya todos somos amigos de los malos. Todos les tememos, todos nos debemos a ellos. Ellos son
los ganadores. Ellos nos sometieron. Ellos son los vencedores que sin embargo
no podrán escribir la historia. Los peces gordos del gobierno se regodean, ellos
querrán escribir la historia… Aprovecharon que éramos medrosos, que los
intereses de la sociedad estaban fragmentados, que el neoliberalismo nos hizo
egoístas recalcitrantes. Hubo palabra nueva en nuestras relaciones comerciales…
ominosa palabra: “Les comprarán a nuestros encargados”. Nos imponen, nos
exprimen… Ellos quieren el dinero, son buenos para eso de las ganancias. Y la
libertad (“¿cuál?, ¿cuál?”, dijera el canto del gallo). La libertad no dice que
es una libertad acorralada. El dinero se concentra en pocas manos. Hoy como
nunca se puede decir que los ricos están contados. Y estos aplastan a los
demás. Los pobres se envilecen… Ricos y pobres son buenas gentes, por ejemplo,
nunca se levantarían contra la clase gobernante a pesar que esta es una
minoría. Nuestra juventud rezumante ha sido envenenada por la frivolidad del statu quo, ha sido encandilada por el
oropel del “género alterado” de los jefes de la mafia. Mientras tanto… El PRI
prepara su fraude, su triunfo del 2018. Binomio impecable: sinceridad de los
dinosaurios del PRI‒ambición de los capos. Hoy quisiera ser malo… revivir la
plaza pública enardecida… revivir el juicio sumario… Y que amanezca un cielo
púrpura y tranquilo. Y bajo los árboles fuertes y serenos de la plaza se mezan colgados
los cuerpos de uno que otro gobernador, del presidente más rapaz de los últimos
años y del cacique priista de mi pueblo que manda desde hace veinte años, muertos
de la noche a la mañana… como, otrora, ricos de la noche a la mañana…