No hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz
en la miseria
Dante Alighieri, Infierno, V.
Muchos años después, ya reducido a una poca
movilidad por la enfermedad y la pérdida de la vista, sin apasionamientos, sin
resentimiento, dice que fue un error haberse casado con su primera mujer. Una
prima hermana suya. Ese matrimonio le trajo un sinfín de problemas. El pueblo
era chico y la presión del clan fue tanta que no tuvo otra que exiliarse. Se
fue a la Ciudad de México. Con esa mujer, que la amó con delirio y arrebato de
la juventud, procreó dos hijos. Regresó por una tragedia: la muerte temprana de
su esposa y su hija, esta siendo una niña.
Porfirio
Santamaría, Polilo, como se le conoce, nació en una casona del
corazón del viejo pueblo de Pungarabato. Estas casonas, que eran de los
principales, como aún se puede constatar con las que quedan, eran de paredes
altas de adobe, techo de tejas a dos aguas, amplias y de grandes corredores. No
muy lejos de ellas pasa el río Cutzamala. Polilo nunca
olvidaría sus aguas cristalinas y la variedad de sus peces. Muchos años
después, en vano trataría de recuperarlo como lo tuvo en los años de su
infancia. El río Cutzamala representa su paraíso perdido.
Moisés Santamaría
fue un hombre acaudalado que muy probablemente nació en 1882. Fue criado con la
disciplina de los tiempos de Porfirio Díaz. Cuando surgió la revolución, que en
Tierra Caliente comenzó después del asesinato de Madero (febrero de 1913),
mantuvo su apoyo a la línea oficial. Aunque no se involucró en las reyertas,
ofreció pequeños servicios de escribiente. La suspicacia que sentía por los
revolucionarios se volvió desdén cuando estos llegaron al poder, o mejor dicho,
peleaban por él, mediante la intriga, la traición y el crimen. Después de los
años turbulentos de la revolución, se volvió de esas personas que añoraban “los
tiempos de paz y progreso” del porfiriato.
Ya en la antesala
de la vejez, a los sesenta años, contrajo nupcias con una joven de 20 años. A
pesar del trastorno social de muchos años que fue la revolución, Moisés
Santamaría conservó su patrimonio y aun el aire de dignidad de los ricos del
porfirismo. Cuando nació el segundo de sus hijos, ya tenía el nombre: Porfirio,
por el general Porfirio Díaz.
Dice Polilo que
su padre lo procreó a los sesenta y tres años. Pero muy lejos de un anciano
apolillado y agotado. Cuando él llegó a la adolescencia su padre ya era un
octogenario pero con ímpetu para la crianza de sus hijos y para la vida misma.
Cuenta Polilo que
el desprecio que su padre tenía por los revolucionarios se agudizó hacia el
presidente más popular de México, el general Lázaro Cárdenas del Río, a quien
consideraba como parte de esa runfla de advenedizos que se enriquecieron con la
revolución. No obstante, Cárdenas, que tiene fama de haber visitado muy
continuo ciudad Altamirano; “el gran benefactor de estas tierras”, siempre que
venía procuraba pasar a saludar al viejo Moisés. Este procuró que ninguno de
sus hijos le pidiera ningún favor, ninguna influencia al general. Salvador
Santamaría, sobrino de Moisés, primo hermano de Polilo, fue el
cacique de Altamirano hasta 1985, año de su asesinato. Por el poder político y
su riqueza se sabe que él si sacó provechó de su relación con Cárdenas.
Pero Polilo no
andaba en busca de favores ni esperaba alianzas con nadie que no tuviera
simpatía por sus ideas comunistas. Llega al tema de la revolución cubana (1959)
y su voz —gruesa, ahuecada—, centellea como una pasión juvenil. Es su gran
ideal. El gran referente de su concepción política. En el éxtasis de la
conversación, le pide a Aída, su plácida esposa, que le lleve una valija que
guarda con mucho celo. De ahí saca un póster de cartulina dura, donde aparecen
Castro y el Che Guevara extendiéndose un abrazo, risueños de triunfo.
Traspapelada, también aparece una fotografía de un grupo de niños de kínder, y
al costado derecho de la foto, en grande, el rostro de una niña; a pesar de los
años, la foto está bien conservada. Es la hija de Polilo, muerta
niña hace muchos años.
Una vez le
pregunté a Polilo si no resentía haber venido a menos con la
hacienda que le dejó su padre. Pronto me di cuenta de lo impertinente,
innecesaria de mi pregunta. Pero sin inmutarse me contestó que en realidad él
nunca le dio importancia al dinero ni a la posición social. Con los años habría
de dar muestras de una honradez a prueba de fuego. Casi como un voto de pobreza
franciscana.
Hace diez años
fundó una organización civil “Rescate ecológico del Río Cutzamala”. Su espejo
feliz de aguas puras en el paraíso de su infancia. Me han dicho que aun
viviendo en otras comunidades cercanas de Altamirano ha procurado hacerlo cerca
del río. Cuenta que sin ningún recurso se echó a andar para ir a ver al Jefe de
Gobierno del Distrito Federal, que por ese tiempo era Andrés Manuel López
Obrador y al presidente Vicente Fox. Seguido nos acusamos y hasta nos
recriminamos que somos unos ciudadanos apáticos, que no vemos más allá de
nuestros intereses propios y mostramos total desinterés por los problemas de
nuestra ciudad; sin embargo, cuando Polilo empezó a tocar
puertas para su proyecto, muchos ciudadanos lo apoyaron de manera abierta.
“Rescate ecológico del río Cutzamala” fue dada de alta como una organización
civil y Polilo Santamaría fue a entrevistarse con el Jefe de
Gobierno y el Presidente. Interesante su experiencia por la imagen que se
pudiera tener de estos personajes. López Obrador le pareció un tipo déspota y
altanero. Lo recibió mal y lo despachó grosero. No era del modo de un líder tan
popular como lo era por aquellos años. Lo mandó con “el vecino”, que así se
refería al presidente. Por suerte, con Vicente Fox, le fue fácil llegar. Polilo sabía,
por relato de una de sus hermanas que trabajó en la Cocacola cuando
esta compañía llegó a Altamirano, que para abrir ruta había llegado un hombre
de Guanajuato, enorme y muy trabajador. Hacía nada más una comida al día pero
bien despachaba, de cajón un kilo de carne y dos litros de leche. Ese hombre,
que impresionaba por su estatura y su capacidad para cargar muchas rejas de
refrescos (por sus enormes brazos), quedó grabado en varios altamiranenses.
Cuando Vicente Fox llegó a la presidencia, muchos quisieron ver en ese hombre
al joven aquel que había venido con la Cocacola. Estando frente a
frente, Vicente Fox le pidió a Polilo que se identificara.
Cuando este lo hizo y le dijo que procedía de Ciudad Altamirano, Fox tomó
confianza, despachó a sus escoltas y se puso a platicarle relajadamente cómo él
había estado unos meses en aquella ciudad. Fox le inquirió para dar con el
nombre de una señora que vendía enchiladas en un puesto de cena, le quería
regalar una casa. Se acordaba que era una mujer pobre y sin vivienda,
pero Polilo no pudo dar con esa mujer.
Al final de
aquella entrevista, Fox lo invitó a desayunar: “Te ves mal”, le dijo. “Pero me
siento bien”, le contestó Polilo. Había dado sin muchas vueltas con
el presidente y este prometía ayudarlo en su petición de sanear el río
Cutzamala. Giró órdenes al secretario correspondiente y este a sus inferiores y
estos a sus subalternos. Y la orden, que venía del presidente de la República,
en un principio tuvo mucha repercusión pero se fue perdiendo como una
resonancia que se va extendiendo en círculos burocráticos cada vez más lejanos
y difusos.
Luego llegaron los
malestares de la enfermedad, y junto con su segunda esposa, hubieron de
abandonar ciudad Altamirano para irse a vivir a Tanganhuato. Es su segundo
exilio. Polilo tiene presentes los cuadros costumbristas del
antiguo Pungarabato. Su río clamoroso y limpio, generoso para la pesca como
era; su centro de casonas y los barrios viejos con sus casas y sus chozas. La
vida rural, artesanal, donde se conocían todos, y tal vez por eso había una
relativa paz. Luego llegó el crecimiento, el engañoso progreso y Altamirano,
que se volvió la capital del comercio de la región, se desbordó. Siguió por
muchos años la pobreza. Muchas personas hicieron grandes fortunas, lo que
disparó como nunca antes la desigualdad. De manera inconsciente estas personas
adineradas estaban preparando el escenario para la llegada de los capos
avasallantes, sedientos de dinero. Polilo cuenta que le ha
tocado ver estas tres etapas de Altamirano. Y siente tristeza por todo… por su
río Cutzamala ahora de aguas inmundas.
Polilo lee —o por lo menos leía, porque ahora casi
ya no ve—, al filósofo francés Jean-Paul Sartre (1905-1980). Algún tiempo
recibía el “Gramma” de Cuba y presumía que era “oro fino” para él. También
leyó La Divina Comedia, y dice parafrasear a Dante Alighieri
(1265-1321), hombre que por intrigas políticas nunca regresó a su tierra
añorada que era Florencia, Italia. “Para sobrevivir —dice Polilo citando
a Dante—, el hombre habrá de olvidar sus malos recuerdos y acordarse de los momentos
maravillosos que vivió”.
16 de enero de
2014